“Un minuto en tu boca, una eternidad en tus caderas” es una de las frases que más han marcado no solo la historia personal de muchas personas, sino también la de generaciones enteras, quienes se han visto limitadas a poder disfrutar cualquier bocado sin sentir remordimiento por engordar, pero ¿qué pasa si la clave para no subir de peso es, de hecho, mejorar tu relación con la comida?
Piensa en cuántas veces te has sentido enojada, triste o frustrada porque por más que haces ejercicio no consigues bajar de peso y, en cambio, pareciera que subes el doble cada que respiras. Por lo que, consciente o inconscientemente, comienzas a restringir tu consumo de diferentes alimentos bajo el argumento de que “comerlo te hará engordar”, cuando la realidad no es así.
Bajar de peso, ¿una decisión más cultural que por salud?
Ser una persona delgada no tiene que ver solamente con cuestiones de salud, en algunos casos, ni siquiera es la prioridad por la que decidimos perder algunos kilos, lo hacemos —a veces— solamente por “vernos bien” y conseguir la aprobación de estereotipos físicos que por años se han implantado culturalmente.
No es ningún secreto que crecimos rodeados de discursos en los que nos enseñan que hay cierto privilegio en ser delgado, en que estar “flaca” te hace ser “bonita” o “más agradable”; que si tienes medidas 90-60-90 le vas a gustar a más personas. Sin importar el género, desde pequeños nos enseñan que “estar gordo está mal”, incluso Barbie tenía su propia edición con un libro que decía “¿Cómo perder peso? ¡No comas!”, dirigido a niñas pequeñas.
Por lo que, sin darte cuenta, comienzas a buscar dietas (de dudosa procedencia) para perder peso rápido, a auto-administrarte productos o medicamentos que juran te harán perder tallas en días (sin importar cómo vayan a afectar tu salud); a hacer ejercicio hasta agotarte con tal de lograr tu objetivo, pero todo esto tiene un nombre: cultura de la dieta.

La relación que tenemos con la comida no solo es física, también es mental
Toda esta serie de decisiones terminan repercutiendo en nuestro estado emocional y psicológico; en algunos casos desemboca en Trastornos de la Conducta Alimentaria como la bulimia, anorexia o vigorexia. Aunque en otros casos no es así, también repercute en la forma en que nos auto-percibimos, provocando baja autoestima, falta de amor propio, inseguridad, dismorfia corporal y otras emociones displacenteras haciendo que odiemos nuestro cuerpo.
Pero, ¿por qué odiar tu cuerpo, cuando es el medio que hace posible tu existencia?, ¿por qué castigarlo con quedarte con las ganas de comer algo o culparte por haberlo masticado, en vez de disfrutarlo y reconocer que mereces comerte esas galletas, esa hamburguesa o lo que se te de la gana?
¿Por qué someterte a horas y horas y horas de ejercicio para compensar que te diste un antojito? Mejorar la relación con la comida puede cambiarte la vida de muchas formas, empezando por darte respeto propio y ser más amable contigo misma. Tú eres tu principal juez, ¿de verdad mereces sentirte mal por comer?

Subir de peso tiene que ver con tener diario una mala alimentación, —no te va a pasar nada si hoy comes pizza— o por otros factores como enfermedades o cambios hormonales que estén repercutiendo en tu cuerpo.
Tener una mejor relación con la comida, el paso para cambiar
De acuerdo con psicólogos, hay diferentes estrategias para mejorar tu relación con la comida, como comenzar a gestionar lo que sentimos y pensamos sobre la comida para buscar cambiar el discurso que tenemos sobre esta. Así como buscar actividades que te hagan sentir bien contigo y tu entorno para no tener que estar pensando en la comida o en tu peso.
Dejar de compararte con otros cuerpos, porque el tuyo es diferente y requiere cosas diferentes al de otros, por lo que escuchar lo que tú necesitas es prioridad. Incluso, puedes acudir con un profesional de la salud emocional y nutrimental para buscar la ayuda psicológica necesaria y el mejor plan alimenticio para ti. No tienes por qué responder a estereotipos, porque muchos de ellos son inalcanzables.
Un cuerpo delgado no es sinónimo de salud, un cuerpo más grande no es sinónimo de enfermedad. Mereces sentirte bien con tu existencia habitando el cuerpo que tienes y aprendiendo a darle lo necesario para estar sano.