El consumo excesivo de embutidos y carnes frías representa un desafío significativo para la salud pública en México. Durante 2024, el país registró un consumo de 1.2 millones de toneladas de estos productos, equivalente a aproximadamente 8 kilos por persona al año, según datos del Consejo Mexicano de la Carne (Comecarne).
Impacto en la salud de las carnes procesadas
Los especialistas advierten que el consumo desmedido de productos como jamón, salchicha, salami, chorizo, longaniza y mortadela puede generar diversos problemas de salud. Entre los principales riesgos se encuentran el incremento en los niveles de colesterol, problemas cardiovasculares, sobrepeso, obesidad, retención de líquidos y afectaciones al páncreas e hígado. En casos más graves, existe evidencia de relación con el desarrollo de ciertos tipos de cáncer.
Patrones de consumo en hogares mexicanos
Las familias mexicanas adquieren en promedio medio kilo de embutidos y carnes frías semanalmente, lo que representa el 22% del gasto en alimentos y el 16% del volumen total de carnes que compra un hogar típico. Las salchichas y los jamones dominan el mercado con 50% y 38% del volumen total respectivamente, siendo especialmente populares en grupos de ingresos bajos y medios.
Composición y procesamiento
Estos productos generalmente están elaborados con recortes de cerdo, tocino, pollo y pavo triturados, mezclados con condimentos, conservantes, agentes de curado, azúcar, colorantes y otros ingredientes. Su composición incluye cantidades variables de grasas saturadas, sal, azúcares y nitrito de sodio, dependiendo de la marca y proceso de fabricación.
Recomendaciones de expertos internacionales
Un estudio publicado en Lancet Planetary Health revela que las tasas de enfermedades relacionadas con el consumo de carnes procesadas disminuirían sustancialmente si las personas redujeran su ingesta de poco más de 2 porciones a 1.4 porciones por semana.
Los expertos en nutrición enfatizan que las claves para integrar estos alimentos en una dieta equilibrada son la moderación y saber elegir productos de mejor calidad. La recomendación es limitar su consumo, optar por versiones con menor contenido de sodio y grasas saturadas, y priorizar fuentes de proteína menos procesadas como carnes frescas, pescado, legumbres y proteínas vegetales.
La concientización sobre estos riesgos resulta fundamental para promover hábitos alimenticios más saludables en la población mexicana.
